Directo al corazón by Natasha Oakley

Directo al corazón by Natasha Oakley

autor:Natasha Oakley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2008-04-30T22:00:00+00:00


Capítulo 7

Freya puso una factura de enero en su sitio y cerró el archivador. Le encantaba aquello: crear orden a partir del caos era un bálsamo para su espíritu. Desde pequeña le había gustado ordenar las cosas. Lo que era inesperado era que le agradara realmente estar en aquella oficina. Le gustaba oír el tic-tac del reloj de pared, el olor a… Aspiró: no estaba segura de a qué olía. Era una especie de olor a moho, pero era agradable.

Puso el archivador en el estante que le había asignado. También le gustaba saber que era útil. Allí había tantas cosas que hacer que la mantendrían ocupada durante meses. Le había dicho a Daniel que se quedaría dos semanas, lo cual era suficiente para prestarle ayuda y no demasiado para hacerle daño. Oyó voces y se volvió al abrirse la puerta.

—Sigues aquí.

—Solo tengo que poner esos archivadores aquí arriba y habré acabado.

¿A quién pretendía engañar? Dos semanas bastaban para causar estragos. Ver a Daniel fue como recibir una patada en el estómago. Parecía recién salido de una revista de moda. Le resultaba increíblemente sexy y seductor con su cazadora de cuero y sus vaqueros. Pero Daniel, con o sin cazadora, era muy atractivo. Eran sus ojos, o tal vez las arrugas que se le formaban en el entrecejo y que ella querría alisar con los dedos.

Él se quitó la cazadora y la arrojó sobre el escritorio, completamente despejado.

—Es sorprendente. Has hecho un trabajo fantástico.

—Todavía va a quedar mejor.

—Creí que no te interesaba el trabajo.

—Y no me interesa como trabajo.

—Entonces, ¿por qué has hecho todo esto?

«Porque necesitas mi ayuda; porque me gustas, porque puedo hacerlo», pensó. Era fácil hallar las respuestas, pero no tanto decirlas.

—¿Por qué no?

—Si te impide hacer otras cosas que hayas previsto, tienes que decírmelo —dijo él mientras se le acentuaban las arrugas del entrecejo. Tomó un par de archivadores y se los pasó a Freya—. Podría pagarte lo que le pago a la agencia, lo cual es algo más que la tarifa habitual.

—No tienes que…

—Para mí es una ganga —la miró a los ojos—. El hecho de que estés dispuesta a quedarte aquí mientras Mia da clase vale mucho más. Yo trataré de estar, pero… —se encogió de hombros—. Sería estupendo saber que puedo recurrir a alguien. Te lo agradecería mucho.

¿Era el momento de decirle que no necesitaba su dinero en absoluto? Estuvo a punto de hacerlo, pero se mordió la lengua. Si lo hacía, las cosas cambiarían, y no quería que fuera así. Desde que Matt se había marchado, todos los hombres con los que había salido solo veían en ella el dinero que tenía. Matt no había sido capaz de aceptar su éxito, y ella había descubierto que la riqueza era un regalo envenenado, lo cual resultaba descorazonador, pues había sido su razón de vivir durante una década.

Agarró otro archivador. A Daniel tampoco le gustaría creer que lo ayudaba porque le daba lástima, lo cual no era verdad. No era un hombre del que uno se pudiera compadecer.



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